lunes, 18 de abril de 2011

Espejito, espejito

¿Cuanto tiempo le dedica una ex Miss Primavera a la conquista de la paz mundial? absolutamente nada, se dedica a conservarse joven, bella y barbie for ever, se dedica a conseguir un marido y un falso lugar en algún tipo de escalafón social al que nunca perteneció y en le que se le nota lo de resucitada, ni hablar que siempre tendrá una meta más alta a la que aspirar: el marido de la mejor amiga y la versión mejor falsificada de un Louis Vuitton.
Y si llega a los 30 sin esposarse tiene dos opciones o casarse con ese buen muchacho del barrio que siempre la admiró y la amo en silencio y que a los 18 le rompió el corazón, o conseguirse un muy buen amigo cirujano que le financie cómodamente los ajustes necesarios para detener el paso de los años allí donde el gimnasio no alcanza a mejorar.
Chicas que no aprendieron amar más allá del espejo, son como una versión posmoderna de la bruja de BlancaNieves, pero sus reflejos todos los días les contestan que pueden estar mejor, que hay otras que están mejor. Y salen a la calle con el pantalón marcando la figura a fuerza de ser dos talles más chico que el apropiado para su cuerpo, y corren al gimnasio y buscan un nuevo cirujano y contratan el último sistema de belleza que las embadurna en barro y baba de caracol y leen a Ludovica como si la ex actriz pudiera predecir la aparición de un príncipe de gran billetera y escaso amor propio.
Soberbias y dueñas de algún tipo de verdad esperan cruzadas de piernas un divorcio que nunca llega y las promesas del amante que nunca se cumplen. Venden sus deseos de paz mundial por un par de zapatos y una cartera, el vidrio polarizado no las separa del mundo, las esconde de las miradas curiosas de las amigas de la mujer del hombre con quien se escapan a un hotel alojamiento dos veces por semana.
Y así pasan lo días rezándole a todos los santos para frenar el paso de los años y para pegar finalmente el salto y "salvarse". Tilingas por naturaleza y por deporte desfilan por la vida y rompen la tierra a su paso llevándose los mejores elogios de los obreros de la construcción, al tiempo que ganándose el odio de las feministas y las novias de los pibes que se dan vuelta a mirarlas.

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